La combinación entre estos dos polos opuestos ha existido siempre en la decoración de todas las épocas. Fue muy utilizado en los años veinte y dentro del minimalismo oriental.
Un ejemplo tradicional son los suelos de damero en salones, pasillos neoclásicos y baños art decó.
Estamos hablando de colores con un fuerte significado. Tradicionalmente, en la cultura occidental, el negro es señal de oscuridad y el blanco, de pureza. En interiorismo, el blanco sería la prudencia y el negro el descaro.
Este matrimonio bien avenido no tiene normas y en todas las habitaciones hay posibles composiciones. Eso sí, es para viviendas donde no haya niños que puedan llenar de chocolate el sillón o la alfombra de color blanco inmaculado.
Un consejo si utilizamos este maridaje es no recargar y tender al minimalismo para conseguir la elegancia. Aunque, claro, para gustos hay colores.
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